DEFENDER A MI EQUIPO Y A MI JUGADOR ¿A TODA COSTA? POR TOMAS LLORET

 

 

 Por Tomás Lloret

Psicologo deportivo y entrenador de baloncesto.

 

 ¿A toda costa?

Todos tenemos claro que,dentro de las muchas funciones del entrenador, el crear una correcta sinergia de trabajo y de confianza con el jugador, y el buscar las mejores condiciones competitivas son claves. Pero esto a veces lleva a vivir el juego con una pasión que nubla otros objetivos formativos también esenciales dentro de la competición. El hecho de protestar una infracción señalada a un jugador que por causa o consecuencia ha tenido una mala conducta implica mucho más que la simple protesta.

 

Si un árbitro señala una infracción (como puede ser una técnica, un aviso, una exclusión, una tarjeta...) por un mal comportamiento de un deportista y se protesta; o si el jugador protesta por una infracción señalada de forma airada, maleducada o despreciativa, y se secunda, hay 4 efectos negativos:​ ​

 

1. 𝐟𝐨𝐫𝐭𝐚𝐥𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐝𝐮𝐜𝐭𝐚 𝐢𝐧𝐝𝐞𝐬𝐞𝐚𝐝𝐚 (refuerzo positivo al comportamiento).

2. 𝐚𝐧𝐮𝐥𝐚r 𝐞𝐥 𝐞𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨 "𝐜𝐚𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨" 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐟𝐫𝐚𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐬𝐞𝐧̃𝐚𝐥𝐚𝐝𝐚 (refuerzo negativo).

3. inadecuado modelamiento (𝐦𝐚𝐥 𝐞𝐣𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨 de 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨).  

4. pérdida de eficacia del posible castigo o medida posterior.​ ​

Es normal que sea difícil controlarse, ya no solo porque los niveles de activación son muy variables dentro de un partido, y en ciertas acciones los disparan, sino que además justificar el comportamiento de alguien que intentas "educar" no deja de ser más sencillo que la vía educativa, ya que se produce:​ ​

 

1. refuerzo negativo (𝐧𝐞𝐠𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐝𝐮𝐜𝐭𝐚 𝐩𝐫𝐨𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚 𝐲 𝐝𝐞 𝐭𝐮 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐨𝐧𝐬𝐚𝐛𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝, 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐞𝐯𝐢𝐭𝐚, 𝐞𝐧 𝐜𝐢𝐞𝐫𝐭𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞, 𝐞𝐥 𝐦𝐚𝐥𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐥 𝐲 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥). ​

2. Si los padres lo secundan además: 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐞𝐫𝐳𝐨 𝐩𝐨𝐬𝐢𝐭𝐢𝐯𝐨 o fortalecimiento de los comportamientos negativos.

3. A su vez, estás ofreciendo un "𝐦𝐨𝐝𝐞𝐥𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨" o ejemplo negativo 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐚𝐝𝐫𝐞𝐬, otros jugadores y demás espectadores.​ ​

 

Pero uno no debe educar a partir de un sentimiento hedonista ni de búsqueda de reconocimiento, sino que la formación se basa en tomar decisiones, en ocasiones impopulares o desagradables, pero que repercuten en el bienestar, el desarrollo y los futuros valores vitales y deportivos.

 

¿Cómo podríamos actuar en el caso antes nombrado?

- Es buena estrategia sacar al jugador del partido para eliminar así los reforzadores, y dejarlo desactivándose en el banquillo.

- No hay necesidad de enfrentamientos (que supondría un reforzador de atención para él, un mal ejemplo de conducta, e incluso, para algunos, una humillación que atacaría directamente a su autoestima y la confianza al entrenador);

- Posteriormente, con el jugador más relajado (con un nivel de activación adecuado) explicarle tranquilamente cuál sería la conducta correcta.

- Incluso podemos comentar al árbitro el desacuerdo, pero relajadamente, en un contexto distendido y siempre siendo un modelo de comportamiento y comunicación.

 

 

Y sí, 𝐮𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐢𝐟𝐢𝐜𝐮𝐥𝐭𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐩𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐨 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐠𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐨𝐭𝐫𝐨 𝐭𝐢𝐩𝐨 𝐝𝐞 "𝐜𝐚𝐬𝐭𝐢𝐠𝐨", 𝐞𝐥 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥. Educar "al bueno", "a mi hijo", etc., muchos lo interpretan como agresión al sistema de valores familiar, o a tu fondo inversión (su hijo campeón), y actúan de una forma, por otra parte, similar al hijo (fill de pato, patet, que decimos aquí). 𝐏𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨 𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐧 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐥𝐚 𝐟𝐢𝐠𝐮𝐫𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐥𝐮𝐛, 𝐲 𝐬𝐮 𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐯𝐚𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬: debe ser rígido, apoyar incondicionalmente al formador cuando actúe de esta manera y, previamente, tiene que tener un buen trabajo realizado respecto a formación/escuela de padres continuo y un régimen interno general y por equipos consensuado. ​

Pese a lo costoso del proceso, que nos vayamos a equivocar mil y una veces, y que sea muy poco agradecido en ocasiones, estoy convencido que la consecuencia final será siempre un premio que, como formadores, sabremos valorar.​